Afuera de la Universidad
estaba la vieja cochina, tenía un kiosco que vendía de todo a precios de
estudiantes, siempre nos saludaba cariñosamente y fiaba cuando estábamos pobres,
los paupérrimos, los cascara mayo´s, con una mayonesa que resplandecía en la
oscuridad. Hervía los huevos en la misma tetera que usaba para calentar el agua
del café, lo llamábamos extracalcio. El mito urbano decía que cuando entraba al
baño de la Universidad nunca se lavaba las manos y por eso todos la querían. Yo
era uno de sus eternos enamorados, hasta que baje 15 kilos por el tifus que me
pegue.
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